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Cuando nuestros hijos mienten

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La mentira tiene una valoración muy negativa en la sociedad y para algunos niños es como "un pecado". Otros niños mienten con suma facilidad y otros lo hacen para evitar algún castigo o no asumir responsabilidades.

Cuando el niño es pequeño, no es consciente de que está mintiendo; cuando alcanza la edad entre 7 y 8 años, es posible que nos mienta pero no con la intención de engañarnos, sino que en esta etapa, aún no ha superado del todo la diferenciación entre fantasía y realidad. Generalmente a esta edad, lo que pretenden es salir del paso, antes que engañar a los padres a consciencia. Es muy raro que un niño de esta edad mienta deliberadamente para hacer daño a alguien. Cuando eso pasa, es necesario por nuestra parte, hacerles ver que su comportamiento es incorrecto y que deben corregirlo.

Una de las cosas más importantes a la hora de intentar educar a nuestros hijos para que no digan mentiras, es no calificarles de "mentirosos" ni culpabilizarlos, porque ellos pueden pensar que no vale la pena cambiar si los demás creen que siempre mienten.


Otra cosa importante a tener en cuenta, es predicar con el ejemplo. Muchas veces hemos dicho que el mejor ejemplo lo damos los padres. Los niños nos intentan imitar en todo y por ello debemos ser cuidadosos con lo que hacemos y decimos. A veces no nos damos cuenta y nosotros mismos inducimos a nuestros hijos a mentir en diversas situaciones."Si te preguntan cuántos años tienes, di que tienes 5..."es un ejemplo de un padre que no quiere pagar una entrada para mayores de 6 años y le dice a su hijo que se haga pasar por menor. Para nosotros es una "mentira piadosa", pero los niños lo captan todo y luego va a ser difícil explicarles que ellos no lo deben hacer, cuando nosotros lo hacemos de vez en cuando.

Cuando nos damos cuenta de que nuestro hijo miente, es mejor tratar este tema a solas y no delante de más personas, para evitarles la humillación. Hemos de ser firmes pero sin gritarles ni amenazarles. Mientras más calmados estemos, más fácil será para ellos. La clave es decirles "si me dices la verdad, te prometo que no te va a pasar nada e intentaremos reparar el daño hecho". Una vez dicho esto, hay que cumplirlo, para que el niño confie en nosotros y nos diga la verdad, aunque lo ideal es reservar esta frase para situaciones importantes y no usarla en todos los momentos.

En la etapa adolescente, la mentira puede significar algo más grave. Muchos adolescentes sienten que hay cosas que no deben compartir con los padres, ya sea por miedo a represalias o porque han crecido en un entorno en el que no hay negociación por parte de los padres y pretenden evitar males mayores.

Para evitar que nos mientan en esta edad, lo primero es haberlos educado con una base de confianza, evitando los castigos y represalias. Como hemos comentado a veces, debemos respetar su intimidad y privacidad y fomentar la sinceridad. Ello se logra cuando los niños crecen en un ambiente de afectividad, aceptación y confianza entre todos los miembros de la familia.


A veces debemos decir NO

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Tanto en situaciones de la vida cotidiana, como en el trato con nuestros hijos, a muchos padres se nos hace difícil decir NO a nuestros hijos, primero porque ceder es la forma más fácil de evitar los conflictos y segundo porque pensamos en que ellos van a sufrir si les negamos lo que nos piden.

Los padres debemos reflexionar sobre la importancia de mantener una disciplina y establecer límites, pues con ello les enseñamos a dominarse y mantener un autocontrol en su propia vida.

A veces los niños tienen un encanto irresistible y nos es muy fácil sucumbir a sus peticiones. Muchas veces, los padres estamos cansados, no tenemos tiempo o ganas para enfrentarnos a nuestros hijos y muchos terminamos cediendo a sus peticiones.

Cuando le decimos NO a nuestros hijos, debemos hacerlo de forma racional, ser coherentes con nuestra decisión y siempre respetuosos. También tenemos que adaptarnos a la edad del niño cuando hablemos con ellos, para que entiendan la decisión.

Los niños y jóvenes se sienten seguros cuando a los padres se nos ve seguros al colocar esos límites. Ellos sientes que los padres estamos ahí para protegerlos, aunque en el momento no entiendan el porqué de la decisión. Esto ayuda a nuestros hijos a formar su personalidad. La familia es clave en la personalidad de los hijos, por lo tanto, si les brindamos un clima de seguridad y comunicación, ellos se sentirán mucho más respaldados y seguros.

Si le decimos un NO a un niño o adolescente y posteriormente le cambiamos al SÍ, estamos propiciando que nuestros hijos no aprendan a tolerar las frustraciones y en el futuro, les costará solucionar los problemas que la vida les pueda plantear.

No es necesario ser tajante, se pueden ofrecer alternativas, pero hay que recordar que un NO bien dicho, puede abrir las puertas a muchos "SI" en el futuro.

Chantaje de los hijos

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Nos sorprendería saber que los niños aplican "técnicas de chantaje" con los padres desde la más tierna infancia. Ya desde los 2 o 3 años, cuando empiezan la fase de las pataletas, los niños intentan manipularnos y hacernos ceder empleando gritos y rabietas.

Lo más importante es reconocer por nuestra parte que estamos siendo sometidos a un chantaje e intentar volver a tomar el control de la situación. Evidentemente no es lo mismo un chantaje de un niño de dos años al chantaje de un adolescente. Desde el principio se ha de atajar esta conducta, para que luego no sea demasiado tarde.

Los niños son muy hábiles y saben cuándo utilizar nuestros sentimientos para conseguir algo que desean. Yo lo veo en mi hija pequeña, que ha desarrollado una capacidad de llorar a lágrima viva cuando quiere conseguir algo y a los 5 minutos ya se está riendo a carcajadas.

Los padres debemos analizar la situación y una vez nos damos cuenta de las situaciones que son motivo de chantaje, nos tenemos que poner de acuerdo entre la pareja y la familia para adoptar una actitud firme y estar unidos en las decisiones que se toman. Poco a poco iremos observando cambios positivos en la actitud de los hijos.

La regla de oro cuando un niño nos intenta chantajear, aparte de actuar con firmeza, es no prestarles atención y hacer caso omiso de su rabieta. Cuando tomemos una decisión, el niño debe cumplirla y nosotros no debemos darles mil y una explicaciones, pues con ello mostramos debilidad y al final consiguen tomarnos el pelo, puesto que en ese momento, el niño no está dispuesto a razonar, sino que su objetivo principal es conseguir sus objetivos.

Con ello no queremos decir que se debe abusar de nuestra autoridad. Si bien debemos ser firmes, tampoco tenemos que abusar de nuestra posición de superioridad.

Cuando se pacta algo con los hijos, ese pacto queda establecido y no es bueno estar cuestionándolo todos los días y a todas horas, pues hay niños muy insistentes y podríamos acabar cediendo.

Está claro que se debe tratar a cada niño de acuerdo a su edad y su madurez. Hay que explicarles con el lenguaje adecuado para cada edad, que nosotros hemos tomado una decisión y ellos deben de cumplirla, porque si no lo hacen, tendrán consecuencias y desde luego, si las hemos establecido, debemos ser firmes y cumplirlas. Estas pautas contribuyen a la educación de nuestros hijos y aunque en ese momento ellos no se den cuenta, luego agradecerán haber tenido ciertos límites, pues eso los hará ser mejores personas.

Trato entre hermanos

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¿Hay que tratar a los hermanos por igual? Esta pregunta nos la hacemos algunos padres que tenemos 2 o más hijos, pues siempre tendemos a tratar a nuestros hijos de la misma forma para no crear envidias ni celos, pero lo cierto es que es un error tratar a los hijos por igual.


Cada niño es diferente. Aunque sean hermanos, cada hijo tiene unos gustos, un carácter y unas necesidades diferentes. En mi caso, tengo dos hijos y los dos son completamente diferentes, tanto en carácter, como en gustos y por ello, no pueden ser educados de la misma forma.

Por regla general, los padres dicen que educan a sus hijos igual, sin embargo, esto puede generar conflictos entre los niños. Está claro que a veces es conveniente un trato igualitario, pero en otras ocasiones, será imprescindible diferenciar el trato a cada hermano, según sus necesidades. Mi hijo mayor es tranquilo, le gustan los números, tiene mucha paciencia y se entretiene con cualquier cosa durante mucho tiempo. Mi hija pequeña es más artística, más intranquila y no se concentra ni 5 minutos en una sola cosa. A uno le gusta el chocolate, a otra le gustan los helados. Por poner un ejemplo, si una tarde estamos paseando, no podemos obligar a los dos a que se coman un helado, porque a uno le gusta, pero al otro no; por más igualitarios que intentemos ser, hay situaciones en que debemos diferenciarlos.

No se puede atender por igual a los hijos cuando hay dos o más. Generalmente con el primero aprendemos de nuestros errores e intentamos no repetirlos con el segundo. En mi caso, con el primero tenía más dudas, mas temores y mayor precaución pues me preocupaba cualquier cosa que pudiera pasarle. Con la segunda, todo fue más fluido. Eso no quiere decir que no me preocupara por ella, pero aprendí a no sobreprotegerlos, a confiar más en ellos y darles más autonomía. Tampoco son iguales las necesidades para edades distintas.

Lo que hay que tener claro, es que el objetivo de la educación no es la igualdad entre hermanos, sino intentar darle a nuestros hijos lo mejor para cada uno, teniendo en cuenta su personalidad y sus características particulares. Los niños requieren un trato personalizado y debemos hacerles sentir que son únicos. Es buena idea compartir momentos por separado con cada uno de ellos. Por ejemplo, que el padre se vaya a un partido con su hijo o que la madre se lleve a la niña al parque a jugar e intimar entra las dos. Es necesario compartir ratos con ellos de forma individual y hacerles sentir que les escuchamos y queremos. Si ellos se sienten bien atendidos y queridos, evitarán las comparaciones y los celos con sus hermanos. Lo ideal es estimular las cosas positivas de cada uno e intentar darles la mejor educación siempre teniendo en cuenta sus capacidades, su personalidad y sus debilidades.


Vacaciones sin niños

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El otro día leí un artículo que afirmaba que un tercio de los padres preferiría hacer sus vacaciones sin los niños. Por un lado pienso que es normal que los padres quieran tener un poco de intimidad para su vida en pareja y que a veces el viajar con niños nos limita el abanico de posibilidades para unas vacaciones exóticas o diferentes, pero por otro lado, pienso que uno de los pocos momentos que tenemos al año para disfrutar de la familia, compartir con nuestros hijos, aprender nuevas experiencias, etc, es en las vacaciones de verano, y si tenemos la posibilidad de compartir estos momentos con ellos, deberíamos aprovecharlos, porque luego ellos abandonarán el nido y desearemos haber compartido más con ellos en su momento.


Hay hoteles, restaurantes y cada vez un mayor número de establecimientos en las que los niños "están prohibidos". Recuerdo una vez que buscaba alojamiento en un país de América y había una cantidad significativa de hoteles que colgaban sus carteles "NIÑOS NO". Incluso existen líneas aéreas que empiezan a plantearse trayectos largos sin niños.

Es una realidad que a muchas personas les molestan los niños y preferirían estar más tranquilos en sus vuelos o cenando en un restaurante, pero yo creo que más que molestarles los niños, lo que les molesta en realidad son los niños maleducados. Nos corresponde a los padres educar a nuestros hijos para que sepan comportarse en lugares públicos. Considero que es perfectamente compatible ir a comer con los niños a un restaurante sin molestar a los demás comensales. Es verdad que hay niños muy inquietos o que algún día pueden tener una pataleta en público, pero eso no es motivo para privarnos de realizar ciertas actividades con ellos, simplemente, vuelvo a recalcar, debemos educarlos, intentar hacerles comprender que hay sitios en los que deben comportarse adecuadamente y así podremos compartir con ellos la deliciosa experiencia de viajar y descubrir nuevas culturas.