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Lectura para niños

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Ahora que se acerca la Navidad, qué mejor que regalarle libros y cuentos a nuestros hijos para estimular su imaginación y animarlos a sumergirse en el mundo de la lectura. Siempre hemos aconsejado a los padres que lean con sus hijos y les acompañen en este mundo de aventuras e historias tan necesarios para su aprendizaje y tan bueno para desarrollar su lenguaje, ampliar su vocabulario y disfrutar juntos las increíbles historias que nos brindan los diferentes libros que existen en el mercado.

Es aconsejable empezar desde bien temprano a mostrarles cuentos con colores vivos e historias cortas que puedan asimilar. Desde los primeros meses, los bebés disfrutan escuchando a papá o mamá contándoles cuentos y enseñándoles los bonitos dibujos.

Cuando cumplen un año, los niños reconocen y comprenden bastantes palabras y muchas veces nos piden que les contemos los cuentos una y otra vez. En esta edad, son aconsejables los cuentos simples y cortos, con muchos colores, que puedan tocar, rascar, o descubrir imágenes escondidas.

Aquí les mostramos algunos ejemplos de libros para niños de 0 a 3 años:


Cuando ya crecen un poco más, los niños son capaces de entender historias un poco más complejas. Entre los 3 y 6 años, los padres podemos contarles cuentos utilizando la entonación apropiada para cada personaje, haciendo gestos y movimientos que llamen su atención o poner voces diferentes. Es bueno crear intriga al contarles los cuentos y preguntarles ¿Qué crees que pasará ahora?

Sobre los 4 o 5 años, los niños empiezan a interesarse también por los textos y empiezan a preguntar lo que pone en cada página. En esta edad, deben predominar los cuentos con más imágenes que textos, con frases cortas de fácil lectura.

Aquí les mostramos algunos libros interesantes para niños entre 3 a 6 años:


Una vez empiezan a leer, conviene dejarles elegir los cuentos que más le gusten, ya sean tebeos o libros, pero lo importante es que lean. No debemos obligarles a leer, lo que debemos inculcarles es el amor por la lectura, mostrarlo como algo divertido o un rato de satisfacción.

Una vez más, os decimos que el ejemplo que damos los padres es fundamental. Mientras más leen los padres y más libros hay en casa, más fácil es que un niño se interese por la lectura.

Sobre los 6 o 7 años, debe haber un equilibrio entre el texto y las imágenes. Los textos deben contener diálogos y ser cortos. Cuando el niño se inicie en la lectura, es bueno que vaya leyendo por capítulos o páginas para estimularles.

Libros para niños entre 6 y 8 años


Nunca debemos usar la lectura como castigo o insistirles para que lean cuentos que no les gustan. Tampoco debemos obligarles a leer un libro que deja a la mitad por aburrimiento.

Un buen consejo es visitar la biblioteca asiduamente con ellos, dejándolos elegir cuentos que le llamen su atención, leerlos con ellos y llevarte alguno a casa para explorarlo.

Si les gusta el deporte, ¿por qué no comprarles la prensa deportiva para que la lean? Es una forma de estimular la lectura. También es buena idea visitar librerías para hojear los libros o comprar algún tebeo de vez en cuando si les gusta. Tampoco vamos a atiborrarlos de libros, hay que dejar que se los ganen y conseguir que un libro sea un regalo satisfactorio para ellos.

Por último queremos subrayar, que un niño acostumbrado a la lectura es muy difícil que caiga en el fracaso escolar, por lo que sería importante que las familias fomentemos en ellos el hábito y el gusto por la lectura desde muy temprana edad para que sepan que leer es un verdadero placer.

Pre-adolescencia

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Sobre los 10 a 12 años empieza la etapa de la pre-adolescencia. Una etapa difícil pues ya nuestros hijos dejan de ser niños y se preparan para entrar en la adolescencia. En esta edad, los hijos reclaman más libertad e independencia. También ocurren cambios físicos que les pueden plantear dudas y preguntas que nosotros los padres debemos intentar resolver de la forma más natural posible. En esta etapa debemos ser cuidadosos y más que nunca vigilar su educación.


En la pre-adolescencia es cuando debemos darles mucha información y ser firmes en nuestras decisiones para no perder la autoridad, pues a medida que crecen, cuesta más que los hijos obedezcan y puede ser que contesten de mala forma, se rebelen o incluso nos ignoren. Es una etapa de transición difícil para ellos, pues se aburren con las cosas de niños y sin embargo no pueden realizar aún actividades de un adolescente, pero también es difícil para nosotros, porque ya no podemos seguir actuando como hasta ahora y hemos de cambiar con ellos.

Las niñas pre-adolescentes suelen ser más maduras que los niños, por norma general y en esta edad empiezan a querer ser más libres. No hay que tener miedo a darles libertad, siempre y cuando se les eduque bien para que ellos puedan distinguir lo bueno de lo malo, para que sean conscientes de quienes son las malas compañías que deben rechazar, para que sean capaces de pensar por sí mismos y elegir la mejor opción para ellos, que no siempre será la buena para nosotros, pero les enseñará a aprender de sus errores. Los padres debemos respetarles y dejarles un poco de libertad, no debemos mandar las cosas "porque sí", porque los hijos pre-adolescentes ya no obedecen como en las etapas anteriores y es mejor darles una explicación. Es una etapa difícil para los padres porque ven como sus hijos ya no son tan niños y empiezan el camino hacia su madurez. La comunicación es básica y vuelvo a repetir, la información que les damos es muy importante para que ellos se puedan formar una idea de los valores a seguir.

Es bueno empezar a hablarles de la sexualidad, de los peligros que existen en la calle, de las drogas, o del alcohol ya que a esta edad empiezan a sentir curiosidad sobre estos temas.

Los padres también debemos dar el ejemplo. No podemos reclamar a nuestros hijos que ayuden en casa, si nosotros mismos o nuestras parejas no lo hacen. Debemos mandarles cosas razonables y no algo imposible de cumplir; en esta etapa los niños suelen razonar y al final entenderán e incluso aceptarán de buen grado nuestras explicaciones.

No debemos prometerles cosas que no vayamos a cumplir ni amenazarles con castigos que no vamos a ejecutar, porque sólo conseguiremos perder nuestra autoridad. No debemos utilizar castigos físicos ni intensos, porque lo único que se consigue es fomentar comportamientos agresivos. Lo mejor es el diálogo entre padres e hijos, intentar ponernos en su lugar, ofrecernos a resolver sus dudas y abrir nuestra mente para que surja una relación de confianza mutua y así poco a poco se preparen para el largo camino que les queda para llegar a ser adultos.

El castigo físico

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Existe el debate sobre si se debe aplicar el castigo físico con los niños o no. Cuántas veces hemos escuchado que nuestros padres o profesores muchas veces nos dieron una bofetada o un buen azote para castigarnos y en esa época no pasaba nada porque era normal, mientras que actualmente está mal visto (incluso prohibido en los colegios desde 1997) que los padres le demos alguna cachetada a nuestros hijos para corregir un mal comportamiento.

Personalmente, pienso que el castigo físico no es efectivo. A veces los padres tenemos ira y actuamos de forma desproporcionada ante el mal comportamiento de nuestros hijos y ello puede ser perjudicial para ellos, ya que genera desconfianza, daña el vínculo afectivo y crea resentimiento en los niños, que solo aprenden a obedecer por miedo.

Es importante explicarles a nuestros hijos las consecuencias de sus actos, el porqué hace las cosas mal y cuál debe ser el comportamiento adecuado, para no resentir su autoestima y aprendizaje. Cuando castigamos físicamente a nuestros hijos, puede que se sientan abandonados, tristes y con miedo. Ello puede provocar que sólo obedezcan cuando los padres estemos delante, pero no garantiza que lo hagan cuando no hay nadie que les castigue.

Existen otros métodos para castigar a nuestros hijos, que pueden funcionar y ser educativas. Es verdad que hay situaciones extremas donde no podemos razonar con ellos ni controlar sus rabietas y pataletas. Es muy difícil tomar decisiones cuando estamos nerviosos o muy enfadados. Lo importante es darnos cuenta e intentar calmarnos antes de actuar. Se deben buscar alternativas al castigo físico y ser firmes con nuestros hijos sin necesidad de ser violentos.

Un "no" firme y contundente, empleado en el tono adecuado, debería bastar para que nos hagan caso, pero si no es así, se debe "castigar" a nuestros hijos enviándolos a una silla o a algún cuarto a reflexionar (donde no pueda estar entretenido o jugando) para que se calmen. Quitarle alguno de sus privilegios (como los videojuegos o salir con sus amigos) es también una forma efectiva de llamarles la atención.

Cuando amenazamos a nuestros hijos con castigarles, debemos asumir las consecuencias y llegar hasta el final, de nada sirve amenazarles con un castigo una y otra vez y luego nunca cumplirlos, porque solo provoca mal comportamiento y que nos tomen el pelo una y otra vez.

Tampoco debemos "sobornar" a nuestros hijos, prometiéndoles bienes o juguetes si cumplen alguna tarea o se portan bien, porque es su deber hacerlo.

La disciplina es muy importante para nuestros hijos y hay que inculcarles una buena educación desde muy temprana edad para que luego tengamos los frutos. Los primeros años de vida son fundamentales, ya que es una etapa en la que los niños están más receptivos y absorben la información. El castigo físico en esta etapa es como dar una bofetada en la adolescencia; puede dañar mucho la relación afectiva y luego hay que trabajar mucho para reconstruirla.

En definitiva, debemos ser firmes, constantes y estar en sintonía con la pareja a la hora de aplicar un castigo a nuestros hijos. Nunca debemos humillarles ni insultarles o retirarle nuestro cariño.Como hemos dicho en ocasiones anteriores, la disciplina les ayudará a ser mejores personas, pero hemos de evitar recurrir a actitudes violentas para solventar las diferentes situaciones con nuestros hijos.



Aprender a aceptar a la nueva pareja de papá o mamá

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Soy hija de padres separados y ambos volvieron a casarse en segundas nupcias cuando empezaba mi adolescencia, aportando una nueva hermana al hogar familiar. Por mi propia experiencia, reconozco que es una etapa difícil en la que todos los miembros de la familia deben concentrar todas sus energías en construir una relación positiva desde el principio para que las cosas funcionen.



Hace unos días cayó en mis manos un artículo de la revista Ser Padres en la que hablaba de este tema y me pareció interesante compartirlo. En dicho artículo, llamaba a este tipo de familias, las "familias reconstituidas" y decían que cada vez es mayor el número de hogares en los que existen nuevas parejas con otros niños, ya sea por divorcios, fallecimiento u otras causas.

Tanto para los hijos como para los padrastros o madrastras (a mi nunca me ha gustado esa palabra, por la connotación negativa que conlleva) se crea una situación en la que se ha de tener mucha paciencia e intentar construir una relación como si fuera una amistad, tanto por parte de los niños como los adultos. No existe una fórmula perfecta y quizás es posible que haya rechazo por parte de los hijastros a la nueva pareja, ya que lo consideran un intruso/a, porque desde el punto de vista de los niños, es el fin a cualquier esperanza de que sus padres vuelvan a unirse. Por ello es normal que le cueste la aceptación de la nueva pareja, porque lo ven como alguien que le quita el puesto a su padre o madre biológico.

Es recomendable cuando la pareja tiene hijos de una relación anterior y decide dar un paso adelante para formar un nuevo hogar, establecer unas normas de conducta y consensuarlas de forma que valgan para todos y sobretodo hablar antes con los hijos de forma honesta y sincera para prepararlos ante la nueva situación. La autoridad principal la deben ejercer los padres biológicos, si bien, se debe respaldar a la nueva pareja cuando ésta toma la iniciativa en las órdenes o amonestaciones. Generalmente los hijastros no aceptan la autoridad de la nueva persona que entra en el hogar hasta que han establecido una especie de amistad y eso lleva su tiempo. Es muy importante la complicidad en la pareja y la unidad en cuanto a criterios para llevar la relación en armonía.

Para poder fortalecer las relaciones entre hijastros y padrastros o madrastras, es necesario tiempo, esfuerzo y cuidado. Sería adecuado tener algún proyecto en común con los hijos de la pareja para fortalecer lazos e ir conociéndose poco a poco.

Sobretodo no hay que hablar mal de la ex pareja (del padre o madre biológicos de los hijos) ni manifestar sentimientos de odio en su contra. Hay que dejar las diferencias a un lado por el bien de los hijos y por su bienestar. Los niños necesitan el contacto con ambos padres para mantener su autoestima y construir su identidad. Hay que dejarles claro que la nueva pareja no sustituirá nunca a sus padres biológicos y no es una buena idea animarles a llamarle "papá o mamá" a la nueva pareja, porque los niños pueden confundir los roles y sentirse confundidos .

Cuando ambos miembros de la pareja tienen hijos de una relación anterior, es más fácil que surjan problemas en la convivencia. Hay que dejarles su tiempo para aceptar al hermano/a impuesto e intentar crear un espacio para cada uno en el hogar, en la medida que sea posible. Los que ya vivían en el hogar, pueden sentirse "invadidos" por una nueva persona que no conocen y por el contrario, el niño que viene, necesita crear su espacio para sentirse a gusto en el nuevo hogar. Si los hijos de las parejas anteriores se ven forzados a compartir la misma habitación, sería ideal negociar la distribución y darle a cada uno su espacio, siempre respetando la privacidad de cada uno.

En fin, cada familia es diferente y pueden darse diversas situaciones, pero aquí os dejamos algunas pautas interesantes que nos pueden ayudar a la convivencia:

Tener consciencia del pasado de cada uno y de la realidad de sus circunstancias. No pretender sustituir al padre o madre biológico.

Hacerse respetar y respetar a los demás, definiendo el papel de cada miembro en la familia y dejar establecidas las normas de convivencia básicas.

Mantener las relaciones entre los padres biológicos y sus hijos. Hacer actividades a solas con ellos y mantener la atención hacia ellos, sin dejarlos de lado por atender a la nueva pareja.

Si fuera posible, lo ideal sería ir a vivir a un nuevo hogar, donde nadie se sienta como intruso ni hayan recuerdos del hogar anterior.

Nunca hablar de forma negativa de los "ex" delante de los hijos e intentar mantener una relación de cordialidad en la medida de lo posible.

Sobretodo tener paciencia, comprensión y mucho amor para esta nueva etapa que se avecina.

Queremos ofrecer algunos libros interesantes que hablan sobre el tema de hijos de padres separados que tienen una nueva pareja.