Sobre los 10 a 12 años
empieza la etapa de la pre-adolescencia. Una etapa difícil pues ya
nuestros hijos dejan de ser niños y se preparan para entrar en la
adolescencia. En esta edad, los hijos reclaman más libertad e
independencia. También ocurren cambios físicos que les pueden
plantear dudas y preguntas que nosotros los padres debemos intentar
resolver de la forma más natural posible. En esta etapa debemos ser
cuidadosos y más que nunca vigilar su educación.
En la pre-adolescencia es
cuando debemos darles mucha información y ser firmes en nuestras
decisiones para no perder la autoridad, pues a medida que crecen,
cuesta más que los hijos obedezcan y puede ser que contesten de mala
forma, se rebelen o incluso nos ignoren. Es una etapa de transición
difícil para ellos, pues se aburren con las cosas de niños y sin
embargo no pueden realizar aún actividades de un adolescente, pero
también es difícil para nosotros, porque ya no podemos seguir
actuando como hasta ahora y hemos de cambiar con ellos.
Las niñas
pre-adolescentes suelen ser más maduras que los niños, por norma
general y en esta edad empiezan a querer ser más libres. No hay que
tener miedo a darles libertad, siempre y cuando se les eduque bien
para que ellos puedan distinguir lo bueno de lo malo, para que sean
conscientes de quienes son las malas compañías que deben rechazar,
para que sean capaces de pensar por sí mismos y elegir la mejor
opción para ellos, que no siempre será la buena para nosotros, pero
les enseñará a aprender de sus errores. Los padres debemos respetarles
y dejarles un poco de libertad, no debemos mandar las cosas "porque
sí", porque los hijos pre-adolescentes ya no obedecen como en
las etapas anteriores y es mejor darles una explicación. Es una
etapa difícil para los padres porque ven como sus hijos ya no son
tan niños y empiezan el camino hacia su madurez. La comunicación es
básica y vuelvo a repetir, la información que les damos es muy
importante para que ellos se puedan formar una idea de los valores a
seguir.
Es bueno empezar a
hablarles de la sexualidad, de los peligros que existen en la calle,
de las drogas, o del alcohol ya que a esta edad empiezan a sentir
curiosidad sobre estos temas.
Los padres también
debemos dar el ejemplo. No podemos reclamar a nuestros hijos que
ayuden en casa, si nosotros mismos o nuestras parejas no lo hacen.
Debemos mandarles cosas razonables y no algo imposible de cumplir; en
esta etapa los niños suelen razonar y al final entenderán e incluso
aceptarán de buen grado nuestras explicaciones.
No debemos prometerles
cosas que no vayamos a cumplir ni amenazarles con castigos que no
vamos a ejecutar, porque sólo conseguiremos perder nuestra
autoridad. No debemos utilizar castigos físicos ni intensos, porque
lo único que se consigue es fomentar comportamientos agresivos. Lo
mejor es el diálogo entre padres e hijos, intentar ponernos en su
lugar, ofrecernos a resolver sus dudas y abrir nuestra mente para que
surja una relación de confianza mutua y así poco a poco se preparen
para el largo camino que les queda para llegar a ser adultos.