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El diario de mis hijos

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Hace un tiempo se me ocurrió la idea de hacer un diario sobre los mejores momentos de la vida de mis hijos. Hace dos años que empecé esta aventura y durante este largo tiempo, llevo más de 40 páginas dedicadas a ellos, a sus vivencias, a sus anécdotas divertidas y curiosas, a sus progresos a sus fracasos...etc.

Ahora mis hijos tienen 3 y 5 años y la idea es encuadernarlo y regalarles esta recopilación sobre sus vidas cuando tengan 18 años, o 15 o cuando considere que es el momento apropiado.

Lo comenté con una amiga y me dijo que era muy buena idea. Ella había tenido 5 hermanos y dice que su madre se hacía un lío cada vez que les explicaba alguna anécdota curiosa, pues nunca se acordaba de cuál de los hermanos fue el protagonista o cómo sucedió realmente.


Es realmente difícil encontrar un hueco en esta vida tan agitada que llevamos para escribir y anotar las cosas importantes, pero personalmente invito a los padres a buscar un momentito (no se trata de escribir cada día, sino momentos puntuales en los que suceda algo digno de ser anotado) y dejar constancia de esos momentos dulces o amargos que nuestros hijos han protagonizado...aquel comentario gracioso que soltó un día, aquella vez que se partió la boca, las sensaciones que tuvo el día que ganó un premio, los mejores amigos de cada época, aquella profesora tan encantadora que tuvo en un curso... en fin que hay infinidad de momentos dignos de ser recordados y que a veces se difuminan en nuestro recuerdo, pasando al olvido con el tiempo.

Tanto para nosotros los padres, como para los hijos, al repasar ese diario recordaremos esas vivencias y sonreiremos o nos estremeceremos con las alegrías y pruebas que nuestros hijos han superado a lo largo de sus vidas y para ellos será muy especial cuando sean mayores, pues les daremos mucha información ayudará a descubrir el por qué de su personalidad y a recordar su infancia desde el punto de vista de sus padres.

Animo a los padres a que tomen la idea. Yo pensé que me duraría poco tiempo la iniciativa, pero ya llevo dos años escribiendo y ahora cada vez que les sucede algo, lo primero que pienso es: ¡esto tengo que escribirlo en el diario!

El primer trabajo de los jóvenes

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Hoy en día existe en España la generación de jóvenes mejor formados de la historia. Muchos tienen idiomas, han terminado una carrera o han hecho algún máster al finalizar los estudios. Esta generación ha crecido en un entorno más permisivo y liberal que las anteriores y por ende, su forma de enfrentarse al mundo laboral y ejercer responsabilidades es diferente.

La crisis ha cambiado la relación laboral. Hoy en día es muy difícil conseguir un trabajo, por más cualificados que estén y muchos jóvenes sin experiencia laboral, acceden al primer trabajo (si tienen suerte) por debajo de su calificación profesional.

 Quizás es cierto que la juventud no adquiere un alto nivel de compromiso con la empresa, como hacían sus progenitores. Por ejemplo antes se le daba más valor a la presencialidad que a la calidad del trabajo, pero los jóvenes de hoy no están dispuestos a pasarse horas y horas en la oficina para demostrar su compromiso. Las empresas también deberían cambiar su forma de pensar, ya que estamos en la zona más baja en cuanto a productividad en Europa, a pesar de esa mentalidad.

Según Ignacio Megías, un investigador social, los jóvenes que acceden al mundo laboral son fruto de la educación que tienen, que viene marcada por los adultos, que les han primado en todos los valores que se asocian con lo juvenil. Muchos jóvenes se sienten seguros, modernos e inteligentes y acceden con cierto descaro al mundo laboral, pero deben adaptarse a seguir las reglas como los demás, a hacer esfuerzos para adaptarse, tomando iniciativas, siendo responsables y sobretodo respetando a los compañeros y superiores.

Nuestro deber como padres es aconsejarles y motivarles aunque el panorama sea desolador. Debemos alentarlos a que se formen, sí, pero también a que apliquen los valores mencionados anteriormente, fruto de nuestra educación. Por eso es necesario enseñarles desde pequeños a esforzarse por conseguir las cosas, a respetar a los demás, a ser tolerantes y pacientes para afrontar una situación grave en la crisis actual.

Antes era muy común que alguien entrara en una empresa y se jubilara allí. Ahora existe más rotación, más temporalidad. Los jóvenes de hoy día se sienten menos identificados con la empresa, pues a veces piensan que éstas no se identifica con ellos de la misma manera. Muchos jóvenes tienen buenas ideas e iniciativas que a veces ven frustradas por los que llevan muchos años y han hecho las cosas siempre de la misma manera, pero la sociedad cambia muy rápido y nuestros hijos deben aprender a defender sus ideas y darse a valorar, mientras las empresas deberían darle más oportunidad y escuchar las nuevas ideas.

Anteriormente se había creado la imagen de que si tienes buena formación, idiomas y movilidad laboral, podías acceder a cualquier empresa, pero esta situación ha cambiado.

Muchos jóvenes quieren trabajar; nuestros hijos quieren que les den una oportunidad en el mundo laboral y para ello necesitan que los padres les guiemos y les enseñemos valores como tenacidad, respeto y tolerancia, además de alentarles a autosuperarse para enfrentar obstáculos y hacer su trabajo cada día mejor.

Las temidas pataletas

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Si eres un padre o madre de niños entre 2 y 3 años, seguramente habrás pasado por la fase de las rabietas. Los niños intentan demostrar su rebeldía y establecer su individualidad y hacer las cosas a su manera. Cuando no le sale, su forma de manifestarlo es mediante pataletas o rabietas que, aunque sea una actitud normal en esta edad, no es fácil de tolerar y mucho menos en público.

El otro día, mientras bañaba a mi hija de 3 años, empezó a llorar sin motivo aparente y a chillar como si la estuvieran matando. Le pregunté con calma qué le pasaba y ella no podía ni hablar de la rabia que tenía en ese momento. Por más que le preguntaba si le dolía algo o si se había hecho daño con algo, ella sólo se limitaba a chillar sin atender a razones. Si le daba algún juguete, lo tiraba contra la pared, si la intentaba calmar, se ponía más rabiosa...al final opté por dejarla sola y cerrar la puerta a ver si se calmaba. Ella continuó llorando sin parar hasta que regresé al cabo de unos minutos. Ya desesperada, la saqué de la bañera y con firmeza, la vestí y la llevé al sofá, donde siguió llorando hasta que se calmó. Ya cuando estaba calmada, le volví a preguntar y me confesó que lloraba porque no quería mojarse el pelo y yo le mojé un poquito mientras la bañaba. Para mi fue increíble la reacción que tuvo en ese momento. Son las temidas rabietas.

Leía un artículo sobre ese tema en el que explicaba que los niños toman ejemplo de la conducta de los padres. Por eso, en ningún caso conviene que ellos presencien alguno de nuestros accesos de cólera y debemos intentar mantener el control ante situaciones de estrés, donde ellos estén presentes.

Si el niño se da cuenta que alguna rabieta ha surtido efecto y ha conseguido lo que quería, estamos perdidos. Su principal objetivo es llamar la atención. Por eso cuando les regañamos e intentamos razonar con ellos o simplemente no queremos darles algo que nos reclaman, utilizan esta arma para hacernos ceder.

La forma más rápida de evitar estas rabietas, es ignorándolos. Si nos aseguramos que el niño está en un lugar seguro y no puede haber ningún accidente, les podemos dejar solos hasta que ellos mismos se den cuenta de que no llaman la atención y su artimaña no surte efecto.

Algunos consejos para evitar las pataletas:

Intentar no mirar al niño mientras le dure la rabieta. Esto puede provocar que se prolongue más.

Decirle cuando su llanto disminuya algo que lo haga recapacitar: "Cuando hayas terminado de llorar, volveremos a jugar"

Apartarse y abandonar la habitación donde se encuentre el niño y vigilarlo de lejos.

Cuando el niño termine la rabieta, no darle importancia y darle la oportunidad de congraciarse con los demás, como si no hubiera pasado nada.

Si la rabieta se extiende, es recomendable sentar al niño en una silla y decirle que no se puede mover de allí hasta que no esté tranquilo durante un minuto, mientras le explicamos que estamos cansados de oírle.

Los niños son muy buenos actores y muchas veces ese llanto es fingido para lograr sus propósitos. Ellos se dan cuenta si uno de los progenitores está a punto de ceder, así que debemos mantenernos firmes y hacerles saber que haga lo que haga, no vamos a acceder a sus requerimientos.

Si el niño mantiene esa actitud mientras va creciendo, estas pequeñas rabietas se convierten en un problema, ya que es señal de que se ha habituado a obtener las cosas de esta forma por definición. Por ello debemos enseñarles que las rabietas son totalmente inadecuadas y que nadie de su entorno va a ceder en ningún momento.