Es muy importante enseñar
una disciplina eficaz a nuestros hijos, para que sean personas
adaptadas, con objetivos y metas que cumplir y para que aprendan a
tener auto-control en sus vidas.
¿Cómo es posible
enseñarles esta disciplina?
Pues comunicándonos con
ellos, siendo constantes y firmes en nuestras decisiones, siempre
adaptándonos a su edad y su nivel de desarrollo.
Nos comunicamos con
nuestros hijos cuando les escuchamos con respeto, sin interrumpirles
lo que tienen que decirnos y aceptando sus sentimientos. Debemos ser
coherentes con nuestros gestos al hablar, pues podemos transmitir
mensajes contradictorios y ser claros y precisos al transmitir
nuestro mensaje, siempre adaptado a la edad de nuestros hijos. Es
conveniente elegir el momento y lugar adecuado y clarificarnos
primero antes de transmitir nuestro mensaje.
Ser constantes significa
mantenernos firmes en nuestras decisiones, aplicando las
consecuencias establecidas. No podemos regañar a nuestros hijos y
olvidar enseguida las consecuencias de ese regaño, porque entonces
no servirá de nada regañarlos en las próximas ocasiones. Si somos
constantes, ellos tendrán más seguridad y serán más responsables
de sus acciones.
En cuanto a la edad y el
nivel de desarrollo, no es lo mismo, ni siempre coincide. El nivel de
desarrollo se refiere al grado de madurez alcanzado, mientras que la
edad cronológica se refiere a los años cumplidos. Existen algunos
métodos de disciplina según el rango de edad.
Edad de 0 a 2 años:
Es importante en esta
etapa, empezar a expresarnos con palabras a los niños sobre nuestras
expectativas y sentimientos hacia ellos, de esta forma nos preparamos
para una disciplina basada en el diálogo. Podemos estimular el
comportamiento positivo, darle libertad de acción al niño, pero
siempre controlando la situación cuando hay peligro.
Edad de 3 a 5 años:
En esta etapa debemos
fomentar la iniciativa y además permitir que el niño tenga
diferentes opciones y conozca las consecuencias de sus actos. Éstas
consecuencias deben ser fáciles de cumplir y debemos ser
consistentes en su aplicación. Los niños de esta edad se
identifican son los objetos que le pertenecen y por ejemplo, si
decidimos privarle de alguno de sus juguetes, debe ser por muy corto
tiempo. Es muy probable en esta etapa que los niños no reaccionen
como esperamos los adultos. Si esto nos causa descontrol, es
preferible aislarnos momentáneamente hasta que el niño recupere su
auto-control. Si no se puede ignorar la conducta del niño, lo mejor
es aislarlo en una habitación (por un período muy corto) para que
reflexione y recupere la calma, no como castigo.
Edad de 6-11 años:
Los padres somos
responsables de transmitir a nuestros hijos responsabilidades, de
inculcarle valores y estimular la valoración de sí mismo, de sus
cualidades y aptitudes para que tenga confianza en su propia persona.
De esta forma facilitamos la integración del niño a su medio. En
esta etapa es importante establecer horarios (de sueño, comidas,
juegos, etc), definir con el niño cuáles son sus responsabilidades,
así como las consecuencias si estas no se cumplen.
Edad adolescente de 12-18
años:
Durante esta etapa
ocurren muchos cambios en la vida de nuestros hijos, cambios físicos,
mentales, hormonales, etc, debido a que el joven está dejando la
niñez para convertirse en un adulto.
Muchos adolescentes están deseando ser independientes para asumir responsabilidades o decisiones para las que no están preparados. Si hemos trabajado bien la disciplina en las etapas anteriores, si hemos tenido una buena dosis de comunicación, respeto mutuo y claridad de límites, esta etapa se presentará mucho más fácil y será más fácil llegar a un acuerdo con ellos sobre sus necesidades y las nuevas reglas del juego.
Si no ha sido así, lo
ideal sería reconocer de nuevo a nuestros hijos y delimitar en qué
etapa se encuentra para que se convierta en una persona con reglas
definidas, metas establecidas, que comprende y respeta a sus padres.
Es necesario empezar
desde la primera infancia a impartir una disciplina eficaz y no se
trata de castigar a nuestros hijos constantemente, sino de establecer
lazos de amor, comunicación y respeto mutuo para una buena educación.
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