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Sorteo de 150 etiquetas para el regreso a la escuela

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Nota: El sorteo se celebró el 5 de agosto de 2017 y la ganadora es Ivon Hernandez! Igualmente, si desean comprar las etiquetas, el enlace sigue disponible:

Stickerkid venta etiquetas

Hola amigos, les queremos anunciar que Educando a nuestros hijos se ha asociado con Stickerkid, una compañía que ofrece etiquetas para marcar todos los materiales de tus hijos, ya pueden ser los útiles escolares, como la ropa y zapatos. Las etiquetas son de muy buena calidad y resistentes al lavado y al calor del lavaplatos. Estas etiquetas son personalizables y puedes poner el nombre de tus hijos eligiendo el color o dibujo que más te guste.



Para estrenar este acuerdo, Stickerkid nos regala un Pack de 154 etiquetas personalizables que queremos sortear entre todos nuestros lectores de Estados Unidos y América Latina. Este pack contiene:

- 32 pegatinas personalizadas grandes  
- 14 etiquetas para zapatos 
- 60 pegatinas mini
- 48 etiquetas para ropa


Estas etiquetas son ideales para marcar todos los materiales del regreso a la escuela. Para participar, solo tienes que acceder al siguiente enlace:


(Si deseas comprarlas directamente, puedes hacerlo en este mismo enlace.)

Una vez en la página, elige el pack que más te guste y coméntalo en nuestra página de Facebook donde anunciamos el sorteo. A final de esta semana (el sábado 5 de agosto de 2017) anunciaremos el ganador entre todos los que han comentado en nuestra página de Facebook. Deberás ser fan de la página para participar en el concurso. Este es el enlace a nuestra página en Facebook:


 El ganador o ganadora solo tendrá que darnos su email y le enviaremos un código promocional con el que podrá hacer su pedido por internet y le saldrá ¡totalmente gratis!

Recuerda: el sorteo es sólo para USA y América Latina

No esperes más y participa en el sorteo para tener a punto la vuelta al colegio, con las etiquetas más divertidas. ¡A tus hijos les va a encantar!


Niños con mal humor constante

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Es normal que los niños se aburran o estén de mal humor, pero ese comportamiento no debería ser constante ni deberían ser irrepetuosos con sus padres.

A veces los padres nos desesperamos porque no sabemos qué hacer para terminar con ese mal genio y ayudar a nuestros hijos a que desarrollen las habilidades que necesitan para mejorar ese comportamiento.

Si su hijo altera la tranquilidad familiar constantemente, es posible que tenga que buscar ayuda de un profesional para que le enseñe a canalizar esa energía y convertirla en persistencia y fuerza de voluntad para conseguir cosas positivas, pero desde Educando a nuestros hijos, queremos darles algunos consejos que se pueden llevar a cabo desde casa para facilitar la convivencia en el hogar.

Lo primero es la comunicación con el pequeño. Hay que intentar explicarles que los adultos merecen un respeto, que cada persona ve las cosas de un punto diferente y qe puede usar sus talentos y habilidades para crear una mejor sociedad, aunque no siempre va a estar de acuerdo con las opiniones de los demás.

Luego esta el ejemplo que nosotros les damos. La forma en la que nosotros tratamos a las demás personas, siempre será un ejemplo para nuestros hijos. Trate a los demas con respeto y educación.

Limite los videojuegos y películas o dibujos violentos. Muchos niños intentan imitar estas acciones violentas que ven en la televisión.

Hágale saber a su hijo que usted le quiere a pesar de que no le gusta su comportamiento. Ellos necesitan sentirse queridos y es posible que reflexionen sobre ello.

No intente luchar por el poder en todas las ocasiones. Es importante escoger los motivos importantes y no querer ganar siempre en la lucha por el poder. Ellos tienen que saber que en las cosas importantes nos tienen que obedecer, pero no entremos en una lucha constante por cualquier motivo menor.

Enseñe a su hijo a lidiar con el enfado. Hay varias estrategias que pueden utilizar, como respirar profundamente o pensar por un minuto antes de hablar y decir las cosas de mala forma o marcharse y regresar cuando se le haya pasado el enfado.

Y sobretodo fije límites y sea consecuente con los castigos. Usted es el adulto, usted fija las normas y su hijo debe acatarlas y comportarse con respeto hacia sus padres. Deje claro cuales son los límites desde el principio y si no los cumple, aplique las consecuencias que ha impuesto, que no necesariamente deben ser muy esctrictas, lo que sí deben ser reales. Si usted le dice a su hijo que si se sigue comportando mal se va a ir a su cuarto, aunque sean 5 minutos, aplique ese castigo. Así aprenderan que la cosa va en serio y la próxima vez se lo pensaran mejor.

Tenga en cuenta que el mal humor y el enfado pueden ser una fachada para otras emociones que no saben canalizar, como frustraciones, temores, impotencia o dolor. Hay que intentar buscar la causa y a partir de ahí, tratar de solucionarlo.

Los niños del milenio...¿saturados por tanta información?

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En estos días mi esposo me recomendó un vídeo de Simon Sinek, un orador estadounidense que hablaba de la próxima generación de jóvenes que habrán accedido al mundo laboral en 2020, llamados los chicos del milenio. Me pareció muy interesante el enfoque en el que este señor plantea que la próxima generación va a tener muchos problemas de adaptación en el mundo laboral porque están acostumbrados a tenerlo todo inmediatamente, a no luchar para conseguir sus objetivos porque han crecido acostumbrados a que todo lo que piden lo tienen al instante y comenta que esta generación llega al mundo laboral pensando que son especiales, porque así es como los han criado y cuando se dan cuenta de que no lo son, suelen frustrarse y venirse abajo.

Otra de las causas de este comportamiento es la saturación de información y el acceso a tanta tecnología que reciben desde muy pequeños. Por todos es sabido que los menores demuestran una familiaridad excesiva en el manejo de tablets, teléfonos inteligentes y computadoras, porque han tenido fácil acceso y han crecido utilizando estos dispositivos muy a menudo.

Comenta Sinek que el uso continuado de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, hace que se libere un químico en el cerebro llamado dopamina, que hace que uno se siente bien cuando recibe "me gusta" en sus fotos, en sus comentarios, etc, creando una adicción como si fuera una droga.

El famoso orador culpa de esta adicción a la crianza de los padres, a la tecnología con la que han crecido y a la impaciencia de estos chicos cuando no logran adaptarse al mundo laboral. Dice que esta generación crece con una autoestima mucho más baja que las anteriores y que en cierto modo, los padres somos culpables por protegerlos tanto, por darles ese acceso inmediato a lo que piden y por no medir y limitar el tiempo que éstos permanecen construyendo relaciones sociales ficticias, descuidando las relaciones familiares y de amistad reales.

Si nos detenemos a pensar, muchas cosas de las que dice son ciertas. Muchos padres les damos la tablet a nuestros hijos porque así tenemos un momento de tranquilidad o para que estén entretenidos. No se nos ocurre dejar nuestro propio teléfono y nuestras cosas para compartir con ellos momentos de calidad, fomentar su imaginación o creatividad. El mundo que nos envuelve va muy deprisa y a veces hay que parar en seco y volver a los tiempos de antes, a relacionarnos y hacer cosas en familia, actividades en la naturaleza, juegos educativos, etc.

¿Cuántos de ustedes serían capaces de lograr que sus hijos estén una semana completa sin acceso a ninguna pantalla (ni tablets, ni computadoras, ni teléfonos, ni videojuegos, ni televisión)? Yo lo pienso y hoy en día me parece imposible lograrlo. Cuando se lo insinuo a mis hijos me dicen, "¿pero mamá, qué vamos a hacer? ¡Nos vamos a aburrir! Y yo pienso - ¡Pero si tienen la habitación llena de juegos, libros de colorear, libros para leer! Pero no; lo más fácil es  caer en la tentación y darles acceso a sus adoradas pantallas. 

Hay que reconocer que la sociedad no nos lo pone fácil tampoco. Las escuelas cada vez ponen más tareas a realizar en la computadora o lectura en medios digitales. Todo lo que nos rodea está informatizado, los amigos tienen teléfonos desde muy jóvenes y se comunican por esta vía. El que no lo tenga está "fuera de onda" y  "tiene que ponerse al día".

En conclusión, sólo pido que como padres reflexionemos sobre esto, que preparemos a nuestros hijos para los fracasos, para no acceder a todo tan rápido, para que sepan valerse por ellos mismos y nos hagamos nuestro propio reto: ¿Cuántos días podemos lograr que nuestros hijos estén "desconectados"? Agradecería comentarios al respecto y si algún padre o madre se lo ha propuesto y lo ha logrado, que nos cuente sus experiencias.

Aquí les dejo el vídeo en el que Simon Sinek expone todo esto:

Demasiado amor

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A veces he visto algunas madres (y padres) que no se separan ni un segundo de sus hijos, pendientes de cualquier situación que les pueda pasar o de satisfacer sus deseos lo más rápido posible para que estén a gusto, olvidando a veces sus propias necesidades y concentrando todas sus energías en sus hijos. 

Todos queremos proteger a nuestros hijos y nos gustaría que nunca les sucediera nada malo, que su entorno sea lo más seguro posible, que sean saludables, que amen al prójimo y que sean personas de bien. Todos (o la gran mayoría) amamos a nuestros hijos y quisiéramos lo mejor para ellos, dándoles nuestro cariño y protección, pero si lo hacemos en grandes dosis, demasiado afecto puede ser también perjudicial para ellos.

Los padres que constantemente están encima de sus hijos dándole muestras de cariño de manera exagerada, lo que logran es que los niños no aprendan a expresar su afecto hacia otras personas, sino a que enfoquen su atención en ellos mismos y luego esperen y exijan ese mismo amor de las otras personas. Como resultado, estos niños no pueden crear un enlace emocional con otros y a veces da la impresión de que no se interesan por los demás, concentrando toda su atención en sus progenitores. Esto conlleva que el niño se vuelva solitario y aislado del resto del mundo.

Otra consecuencia de darles demasiado afecto, es que los niños se sienten inseguros cuando los padres no están. No son capaces de desenvolverse por sí solos y sienten temor del entorno que les rodea, porque no está "su protector".

Con esto no quiero decir que no haya que darle cariño y mimos a nuestros hijos, sino que debemos medir las dosis de cariño sin exagerar, dejarlos un poquito libres para que aprendan y experimenten, para que se equivoquen y fracasen, a la vez que aprenden de sus errores.

No hay nada más hermoso que el amor de los padres hacia sus hijos y que éste sea recíproco, por eso, sí de verdad los amamos, dejemos que sean ellos mismos y que saboreen la vida con un poquito de libertad, proporcionándoles siempre nuestra dosis exacta de cariño y amor.


Cuando nos dejan solos

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A veces pienso en que me gustaría que mis hijos fueran más mayores, para que sean más independientes y no dependan tanto de nosotros, los padres. A veces sueño con tener una vida más relajada y apacible para poder disponer de más tiempo para dedicarme a mí misma, a mis sueños y ambiciones. Sé que cuando eso suceda, seguramente me arrepentiré y extrañaré estos momentos en los que ellos nos buscan, necesitan de nosotros, nos entregan su afecto sin condiciones y siguen las normas establecidas porque no les queda otro remedio que obedecer a papá y mamá.

Sin embargo, hoy día cada vez nuestros hijos tardan más en abandonar el nido, pues debido a muchos factores como la economía, la precariedad laboral, la comodidad de los jóvenes o el elevado precio de la vivienda, hacen que nuestros hijos permanezcan más tiempo viviendo con los padres.

A ello contribuye también el hecho de que hoy en día, los jóvenes disfrutan de más libertad en el hogar; generalmente lo tienen todo: su estancia gratuita, su comida preparada, su ropa limpia y sus relaciones sociales sin que los padres se entrometan demasiado.

En muchos casos, los padres silenciosamente desean que sus hijos se emancipen y hagan su vida, para ellos vivir la suya, sobretodo cuando sus hijos ya pasan la treintena, mientras otros desearían que sus hijos se queden para siempre con ellos, haciéndoles compañía y partícipes en sus vidas. En este último caso, es posible que surjan problemas en la convivencia y además nuestros hijos se perjudican porque mientras más tiempo pase, más les costará desarrollar las destrezas que conlleva el vivir solos. Se deberían fijar unas normas de convivencia y darles responsabilidades de forma progresiva, para que nos puedan demostrar que pueden ganarse la autonomía y responder a las expectativas que los padres esperamos de ellos.

Esto también depende de las costumbres, ya que en muchos países, como en Estados Unidos por ejemplo, lo normal es que los jóvenes se vayan a estudiar fuera de casa e incluso se marchen a otros estados, dejando el nido familiar antes de los veinte años. Los padres lo ven como un proceso normal y pasan página rápidamente. Sin embargo en otros lugares hay familias a las que les se les cae el mundo cuando los hijos se marchan de casa. La soledad y la tranquilidad que de pronto inunda el hogar puede causarles tristeza, depresión  y cierto estrés emocional, creando la sensación de vacío.

Pienso que debe haber un equilibrio. Ese sería un buen momento para reencontrarte con tu pareja, para retomar los planes que se dejaron a un lado por los hijos, para llevar una relación sana con ellos aunque no vivan con nosotros y para reenfocar creativamente la vida.

Como dijo José Saramago, nuestros hijos son prestados, les damos todo en la vida para que ellos puedan salir adelante y les abrimos el camino, pero luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Ya no nos pertenecen.

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