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Demasiado amor

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A veces he visto algunas madres (y padres) que no se separan ni un segundo de sus hijos, pendientes de cualquier situación que les pueda pasar o de satisfacer sus deseos lo más rápido posible para que estén a gusto, olvidando a veces sus propias necesidades y concentrando todas sus energías en sus hijos. 

Todos queremos proteger a nuestros hijos y nos gustaría que nunca les sucediera nada malo, que su entorno sea lo más seguro posible, que sean saludables, que amen al prójimo y que sean personas de bien. Todos (o la gran mayoría) amamos a nuestros hijos y quisiéramos lo mejor para ellos, dándoles nuestro cariño y protección, pero si lo hacemos en grandes dosis, demasiado afecto puede ser también perjudicial para ellos.

Los padres que constantemente están encima de sus hijos dándole muestras de cariño de manera exagerada, lo que logran es que los niños no aprendan a expresar su afecto hacia otras personas, sino a que enfoquen su atención en ellos mismos y luego esperen y exijan ese mismo amor de las otras personas. Como resultado, estos niños no pueden crear un enlace emocional con otros y a veces da la impresión de que no se interesan por los demás, concentrando toda su atención en sus progenitores. Esto conlleva que el niño se vuelva solitario y aislado del resto del mundo.

Otra consecuencia de darles demasiado afecto, es que los niños se sienten inseguros cuando los padres no están. No son capaces de desenvolverse por sí solos y sienten temor del entorno que les rodea, porque no está "su protector".

Con esto no quiero decir que no haya que darle cariño y mimos a nuestros hijos, sino que debemos medir las dosis de cariño sin exagerar, dejarlos un poquito libres para que aprendan y experimenten, para que se equivoquen y fracasen, a la vez que aprenden de sus errores.

No hay nada más hermoso que el amor de los padres hacia sus hijos y que éste sea recíproco, por eso, sí de verdad los amamos, dejemos que sean ellos mismos y que saboreen la vida con un poquito de libertad, proporcionándoles siempre nuestra dosis exacta de cariño y amor.


Errores al educar a nuestros hijos

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Me hago eco de un artículo publicado en el diario ABC en el que el Dr. Cortejoso nos enumera los errores más comunes que los padres cometemos al educar a nuestros hijos. Es cierto que no es fácil la tarea de educar a un niño. Influyen muchos factores y no podemos tenerlos en una burbuja, protegidos y relacionándose sólo con quien nos guste. La tarea principal de los padres es guiarlos para que ellos escojan el buen camino. No siempre lo conseguimos. 


A continuación les muestro los fallos más comunes según este psicólogo, cuando educamos a nuestros hijos y algunos consejos para evitarlos:

1. No escuchar a nuestros hijos: A veces es cierto que no escuchamos lo que nuestros hijos tienen que decirnos. Les cortamos a media conversación y damos por hecho lo que nos quieren decir. Hay que tener paciencia, escucharles y dejarles explicar sus motivos. Quizás así entenderemos mejor ciertos comportamientos.

2. No reconocemos sus puntos fuertes o virtudes: No siempre halagamos a nuestros hijos cuando hacen algo bien hecho o le quitamos mérito a algún logro. Es muy importante en su educación alabarlos y alentarles a que hagan las cosas bien, no sólo regañarlos cuando cometen algún fallo. El halago es un arma muy fuerte en su educación y no hay nada como sentirte valorado cuando haces las cosas bien.

3. El respeto a su personalidad: Hemos comentado en varias ocasiones que cada niño es único y diferente y por ello no se deben educar de la misma forma que otros niños. Cada uno tiene su personalidad, sus objetivos y sus virtudes. Hay que saber cómo sacar provecho de ellos y adaptarnos a su personalidad. 

4. La sobreprotección: Muchos padres caen en el grave error de sobreproteger a sus hijos. Hay que proteger a los niños, pero a la vez darles cierta autonomía y perder el miedo eterno que tenemos los padres a que les pase cualquier cosa. Si los sobreprotegemos, podremos ocasionarles graves consecuencias para el futuro, donde no estarán tan vigilados por nosotros.

5. Acostumbrarles a que les den todo hecho: Hay niños que  están acostumbrados a que les den todo hecho y nunca han hecho el mínimo esfuerzo para aprender a hacer algo por sí solos. Este es un error grave, porque si no les damos pequeñas responsabilidades y les enseñamos tareas propias de cada edad, cuando crezcan se sentirán inútiles y no serán capaces de ser autónomos e independientes.

6. Gritarles: Muchas veces perdemos el control y terminamos gritando a nuestros hijos. Estos  gritos les acarrean muchas consecuencias negativas, ya que les podemos dar a entender que esa es la única forma de relacionarse con los demás.

7. Intentar educar igual a los hermanos: Como hemos comentado antes, cada niño es diferente. Una cosa es intentar transmitirles los mismos valores a los hermanos, que es lo correcto, y otra cuestión es que intentemos que sean iguales en todo, que no es correcto. Cada niño es distinto y se debe educar en la individualidad. Un hermano tendrá unos puntos fuertes y otros débiles que habrá que corregir, y no por ello el otro hermano será igual. En este artículo hablamos sobre ello.

8. Comparar a nuestros hijos:  Las comparaciones son odiosas y es algo a lo que los padres recurrimos constantemente. "Mira tu hermano como"…, "si fueras como tu amigo que"…, "mira tu primo lo bien que"… Debemos evitar las comparaciones y no atormentarlos continuamente al compararlos con los demás.

9. No limitarlos constantemente en cosas sin mucha importancia: Como ejemplo nos ponen que si tu hijo te hace un buen dibujo en la pared de casa, seguramente te vas a enfadar y gritarle, pero la idea es sopesar si es para tanto. Quizás el dibujo es bueno y debemos proporcionarle los medios para hacerlo en otro lugar más adecuado. Hay que darles cierto margen de actuación para que explore y descubra poco a poco sus intereses, capacidades y limitaciones.

10. No comunicarnos con nuestros hijos: En este blog no nos cansamos de decir una y otra vez que la comunicación con nuestros hijos es de vital importancia. Da igual la edad y el tema, lo importante es hablar con ellos y escuchar lo que nos tienen que decir, crear confianza para que sean capaces de contarnos cualquier problema o duda que tengan. Una buena comunicación creará un buen vínculo entre padres e hijo.

Protegemos a nuestros hijos

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“Quiero que llegues a casa antes de las 10”. Esta frase la dicen muchos padres, cuando sus hijos adolescentes o pre-adolescentes quieren salir un fin de semana o por la noche. Todos tenemos miedo de que algo les ocurra y quisiéramos protegerlos en todo momento. Frases como “ahora hay más peligro porque los tiempos han cambiado” son habituales entre los padres.


Antes teníamos más libertad. Recuerdo por las tardes, después de hacer mis deberes, bajaba a la calle con los amigos del barrio y me pasaba horas y horas sin la supervisión de un adulto (debía tener entre 8 y 13 años). Hoy eso no sucede así. Tenemos miedo hasta de mandarlos a por el pan. Y socialmente hoy en día es lo normal, porque los padres que no sienten ese miedo, están mal vistos.

Si cuidamos demasiado a nuestros hijos, no les estamos haciendo ningún favor. Es verdad que estarán más protegidos, sin embargo tendrán otros problemas, como la inseguridad y la falta de recursos para enfrentarse a las situaciones de la vida. A medida que nuestros hijos vayan creciendo, debemos darles la formación necesaria para que adquieran la responsabilidad suficiente y darles las herramientas necesarias para saber desenvolverse en la vida, porque estos niños, algún día crecerán y cuando quieran hacer algo por sí mismos, no sabrán cómo comportarse, porque nunca han tenido la oportunidad, ya que todo se lo hemos hecho y resuelto nosotros los padres.

Cuando nuestros hijos empiezan a salir por las tardes con los amigos y empiezan a salir por las noches, los padres nos mantenemos pendientes de sus actividades; que si hay que recogerlos a las 2 de la mañana en tal discoteca, que si hay que ir a buscarlo por casa de tal amigo...Ahí estamos nosotros, a la espera de que nuestro hijo o hija nos llamé por el teléfono móvil, el revolucionario invento que nos ha salvado la vida, ya que sabemos en todo momento dónde están nuestros hijos y los podemos tener controlados, (o eso creemos) y en cuanto nos llaman, allí acudimos sin pestañear. Hay niños de 8 años de edad que se pasean con móviles de última generación como si nada, pero eso ya da para otro tema aparte.

Al llegar a casa con nosotros, garantizamos que nuestros hijos hayan llegado sanos y salvos, pero no podemos garantizar que éstos sepan reaccionar a los peligros del alcohol, de las drogas o cualquier tentación que tengan en su tiempo de ocio. La clave está en educar en autonomía, en darles información y darles capacidad para formar su propio criterio y que aprendan a distinguir lo bueno de lo malo. Hay que enseñarles a ser valientes y nosotros deberíamos confiar más en ellos a la vez que debemos estar ahí cada vez que nos necesiten para orientarlos y aconsejarlos.