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El cambio de la cuna a la cama

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No existe una edad establecida para dar el paso de la cuna a la cama, pero generalmente hacia los dos años suelen tener esa necesidad. 

 Recuerdo que a mi primer hijo lo cambié a los dos años justos. Se veía una pequeña bolita encogida en esa cama tan grande, pero enseguida se adaptó y no fue nada traumático el paso. Sin embargo, a mi hija pequeña, la cambié casi a los 3 años, más que nada por comodidad nuestra, porque sabíamos que era más intranquila y le iba a costar permanecer en su cama por las noches. 

Efectivamente, nuestra previsión se cumplió, pues a la que se dio cuenta de que podía bajarse sola, la teníamos cada dos por tres dando vueltas por toda la casa.

El cambio de la cuna a la cama es señal de que nuestro hijo está creciendo y está dejando de ser un bebé. Se deben seguir unas pautas y normas de seguridad para que todo esté controlado. Seguramente el niño esté excitado por dormir en una cama nueva o quizás siente rechazo por no verse en el mismo ambiente que tenía desde que nació. 

Debemos colocar los mismos objetos quer tenía en la cuna, (ya sea un muñeco con el que duerme o una mantita) y animarles dejando que el pequeño participe en la decoración de la nueva cama. Podemos hacer el cambio divertido, colocando pegatinas o poniendo unas sábanas chulas que llamen la atención. 

Es importante acompañarlos en su primera noche en la cama. Sería adecuado leerles algún cuento o cantarles alguna nana para que se relaje antes de dormir. También le iría bien tener una luz indirecta que ilumine un poco la habitación. 

Por supuesto hay que proteger los laterales de la cama con una barandilla para evitar que el pequeño se caiga a mitad de la noche. Volvemos a apuntar que cada niño es diferente y depende del carácter y el grado de madurez la aceptación de este cambio, pero por supuesto, nosotros los padres podemos intuir cuándo están preparados para este cambio y transmitirle nuestra alegría y nuestro orgullo al ver que nuestro pequeño ha dado otro gran paso de niño mayor.

La educación y el cine

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Hace un tiempo cayó en mis manos un artículo sobre cómo el cine nos puede ayudar e influir en la educación de nuestros hijos. Decía dicho artículo que el concepto de educación es muy amplio y no se limita al ámbito de la escuela o la universidad, sino que el entorno y la familia forman parte de este concepto. La vida nos enseña muchas cosas y los niños aprenden a base de experiencias que pueden ser insatisfactorias, pero que pueden traer consigo una gran lección.


El cine forma parte de nuestras vidas y por ende, forma parte de esa enseñanza que directa o indirectamente le damos a nuestros retoños. El tema de la educación ha sido guión de varias películas, desde grandes clásicos hasta filmes modernos que intentan mostrarnos el difícil camino de la educación.

Películas clásicas como "La ciudad de los muchachos", "Mentes peligrosas" o "Los cuatrocientos golpes" explican la difícil integración de alumnos conflictivos, y cómo los profesores o los adultos logran soliviantar algunos de los problemas de esos chicos, que por diversos motivos, no lo tienen fácil, mostrando una actitud rebelde y a veces hasta violenta.

Un gran clásico es "My Fair Lady", donde una adorable Audrey Hepburn encarna a una joven analfabeta que debe aprender los modales de la alta sociedad y hacer un gran esfuerzo para ello.

Otro gran ejemplo es "El Club de los Poetas Muertos", donde Robin Williams da vida a un profesor que busca la mejor manera de educar a un grupo de alumnos y abrir su mente para que vayan más allá.

Películas musicales también han aportado grandes valores para la educación, tales como "Los Chicos del Coro", una película francesa que narra las peripecias de un grupo de alumnos que transforman sus vidas gracias a la magia del canto. Otro musical basado en la vida de una familia numerosa, es "Sonrisas y Lágrimas", donde una institutriz consigue devolver la alegría a los niños.
"Billy Elliot" es otro ejemplo de superación, de perseverancia, de luchar por lo que uno quiere.

Otras películas más fuertes, como "American History X", que narran temas raciales, conflictos entre pandillas o jóvenes rebeldes o la durísima película "Precious" donde nos muestran a una chica maltratada e inadaptada, también representan escenas que pueden suceder en la vida real.

"Cadena de favores", " Karate Kid", "Estación Central de Brasil", "El Milagro de Anna Sullivan", "Rebelión en las aulas"...son algunas de las propuestas de este interesante artículo de la revista Padres y Colegios en las que tratan el aspecto formativo y la educación de las personas.

Les animo a mostrarles a nuestros niños algunas de estas películas que seguro les aportarán nuevos valores como la tolerancia, el compañerismo, la perseverancia o la disciplina a la vez que se divierten disfrutando de este buen cine.

Los niños y la muerte

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Cuando fallece un familiar o un conocido, es difícil explicarle a un niño lo que significa la muerte y las consecuencias que conlleva. Para algunos niños, morirse es quedarse dormido mucho tiempo, irse al cielo o simplemente experimentar mucho dolor en un hospital.

No es tema fácil de tratar porque siempre procuramos evitarles el dolor y el sufrimiento a nuestros hijos, pero habría que evitar que la muerte sea un tema tabú, ya que es una parte inevitable de la vida.


Muchas veces intentamos explicar la muerte utilizando metáforas complejas que llevan a nuestros hijos a confusión. Sería adecuado conversar con ellos e intentar explicarles de la mejor forma posible, contestando a sus dudas y temores con honestidad.

Sobre los diez años, los niños empiezan a tener más consciencia del significado de la muerte, aunque siguen pensando que eso les ocurre a los demás, que a ellos no les va a pasar y a veces toman riesgos y obran imprudentemente, sin ningún temor.

Cuando fallece un ser querido, debemos permitir a nuestros hijos su momento de duelo. A veces les incitamos a ser fuertes, pero hay que comprender que no siempre tienen las fuerzas necesarias para sobreponerse a su dolor. A los adultos ya nos cuesta bastante y los niños, con más razón, sienten un profundo dolor y muchas veces se sienten desconcertados ante la situación.

El duelo atraviesa cinco etapas:

La primera sucede al experimentar la pérdida y se caracteriza por la negación del niño y la experimentación de dolor y tristeza.

Luego llega la rabia por la pérdida, que se puede manifestar en pesadillas, juegos violentos o irritabilidad. En estos momentos debemos apoyarlo y dejar que se desahoguen.

Después llega la fase en la que hay dolor y confusión, que puede llegar con mucho llanto.

La cuarta etapa llega cuando el niño ha aceptado la pérdida y ya ha expresado su tristeza.

Y por último, llega la etapa de la resolución o superación de la pena. Llegar hasta aquí no es tarea fácil, pero el proceso será mucho más llevadero si los acompañamos en todo momento y si se lo explicamos con amor y solidaridad.

No hay que intentar minimizar la pérdida ni darle un trato sobreprotector al niño o adolescente. Siempre debemos acompañarlos de manera firme y positiva, recordando siempre las lecciones de la vida, los momentos buenos de la persona fallecida y todo lo positivo que nos dejó esa persona.

La mejor educación que se le puede dar a nuestros hijos, es enfrentarles a la vida auténtica sin adulteraciones ni falsificaciones.

Queremos recomendarles el libro: "Cuando fallece un ser querido", una guía para explicarles a los niños cómo enfrentarse a ello.