"No he sido yo, ha sido mi amigo invisible". ¿Les suena esta frase? Pues yo la escuchado varias veces porque mis dos hijos han tenido un "amigo imaginario o invisible" con el que comparten momentos y juegos.
La etapa en la que los niños suelen tener estas fantasías es sobre los 2 o 3 años. A través de su imaginación, los niños expresan sus miedos, alegrías y sus inquietudes, creando un mundo paralelo en el que se sienten a gusto, aunque a la vez, son conscientes de la realidad.
Muchos niños se crean un personaje en su mente (el de mi hijo mayor hasta tenía nombre) con el que puede representarse a sí mismo, o a alguien a quien admira, ya sea un hermano o hermana, un amiguito, etc, generalmente suele ser de la misma edad y sexo y a través de el proyecta sus experiencias y sentimientos personales. La aparación de este "amigo invisible" es completamente normal, es una etapa que luego pasa.
Esta situación a veces se crea por un sentimiento de verguenza o de culpa, en el que el niño trata de ocultar ante los adultos, las acciones que cree que no están bien y para ello recurre a la fabulación, pues de esta manera, se siente mejor ante sus acciones.
También puede venir por un sentimiento de inferioridad, donde el niño se identifica con super héroes o personajes de los cuentos con los que salen vencedores o descubren riquezas, etc.
Los padres no debemos preocuparnos si surge un "amigo imaginario", ya que a través de él, nuestros hijos dan rienda suelta a sus emociones de forma controlada. También refuerzan la confianza en sí mismos, pues muchas veces se sienten acompañados por su "nuevo amigo". Por ello, los padres no debemos ridiculizar o estimular la relación entre nuestros hijos y su amigo imaginario, sino vigilar que esta relación no le afecta a sus relaciones, ni cambien su actitud por una más agresiva o se vuelvan más retraídos por esta relación.
El período en el que puede surgir el amigo imaginario suele durar hasta los seis o siete años, momento en el que nuestros hijos alcanzan la madurez suficiente para asimilar plenamente la realidad en la que vive y desarrolla su lenguaje, memoria e inteligencia.