Esta web utiliza cookies para obtener datos estadísticos de la navegación de sus usuarios. Si continúas navegando consideramos que aceptas su uso. Más información Cerrar

Mostrando entradas con la etiqueta nos cegamos con nuestros hijos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta nos cegamos con nuestros hijos. Mostrar todas las entradas

Cuando nos cegamos con nuestros hijos

|

Ayer estuve viendo la película argentina Crímenes de Familia, disponible en la plataforma Netflix y entre otras cosas, el filme muestra un ejemplo sobre lo que las madres (y a veces padres) somos capaces de hacer por nuestros hijos, independientemente de sus acciones o consecuencias. 

¿Quién no ha pasado por esconder alguna travesura de sus hijos? O tal vez ocultar ante el otro cónyuge alguna mala acción que nuestros hijos han cometido, con tal de que éste no se dé cuenta y no lo castigue. Muchas veces nosotros mismos sabemos que esas acciones están mal, pero como madres, somos capaces de perdonar cualquier cosa y hacer la vista gorda, consintiéndoles y haciéndonos cómplices de sus acciones. Pero a veces llega un momento, como en el filme, en el que los hechos salen a relucir y no podemos seguir negándolos. Llega un momento en el que la realidad nos da de bruces en a cara y tenemos que elegir en qué bando estamos: con nuestro hijo hasta la muerte o nos quitamos esa venda de una vez y reconocemos ante nosotros mismos que a pesar de que son sangre de nuestra sangre, nuestros hijos son seres humanos que cometen errores y deben aprender de ellos.

No hay peor ciego que el que no quiere ver y cuando nos cegamos con el comportamiento erróneo de nuestros hijos y no queremos creernos o asimilar que han hecho algo que está mal, no sólo no les estamos ayudando, sino que estamos contribuyendo a que sigan repitiendo esas malas acciones, ya que se sienten encubiertos por sus progenitores. 

Está claro que para muchos padres, nuestros hijos son nuestra prioridad, pero ello no conlleva a que pasemos todo por alto y les dejemos hacer y deshacer a su antojo. Cuando las cosas están mal, están mal, sea quien sea que las haga, entonces debemos pararnos a pensar y reflexionar sobre ello para lograr el equilibrio y repondernos a nosotros mismos la pregunta de ¿Realmente estoy haciendo un bien por mi hijo cuando le tapo las malas acciones? ¿Cuáles son  las consecuencias que ello va a traer? ¿Hasta que punto estoy dispuesto a llegar por ellos? Destapemos esa venda de nuestros ojos y seamos justos y honestos con ellos y con nosotros mismos.