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El amigo imaginario

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"No he sido yo, ha sido mi amigo invisible". ¿Les suena esta frase? Pues yo la escuchado varias veces porque mis dos hijos han tenido un "amigo imaginario o invisible" con el que comparten momentos y juegos.


La etapa en la que los niños suelen tener estas fantasías es sobre los 2 o 3 años. A través de su imaginación, los niños expresan sus miedos, alegrías y sus inquietudes, creando un mundo paralelo en el que se sienten a gusto, aunque a la vez, son conscientes de la realidad.

Muchos niños se crean un personaje en su mente (el de mi hijo mayor hasta tenía nombre) con el que puede representarse a sí mismo, o a alguien a quien admira, ya sea un hermano o hermana, un amiguito, etc, generalmente suele ser de la misma edad y sexo y a través de el proyecta sus experiencias y sentimientos personales. La aparación de este "amigo invisible" es completamente normal, es una etapa que luego pasa.

Esta situación a veces se crea por un sentimiento de verguenza o de culpa, en el que el niño trata de ocultar ante los adultos, las acciones que cree que no están bien y para ello recurre a la fabulación, pues de esta manera, se siente mejor ante sus acciones.

También puede venir por un sentimiento de inferioridad, donde el niño se identifica con super héroes o personajes de los cuentos con los que salen vencedores o descubren riquezas, etc.

Los padres no debemos preocuparnos si surge un "amigo imaginario", ya que a través de él, nuestros hijos dan rienda suelta a sus emociones de forma controlada. También refuerzan la confianza en sí mismos, pues muchas veces se sienten acompañados por su "nuevo amigo". Por ello, los padres no debemos ridiculizar o estimular la relación entre nuestros hijos y su amigo imaginario, sino vigilar que esta relación no le afecta a sus relaciones, ni cambien su actitud por una más agresiva o se vuelvan más retraídos por esta relación.

El período en el que puede surgir el amigo imaginario suele durar hasta los seis o siete años, momento en el que nuestros hijos alcanzan la madurez suficiente para asimilar plenamente la realidad en la que vive y desarrolla su lenguaje, memoria e inteligencia.



Seguridad online para nuestros hijos

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El otro día leía que el 95% de los padres y madres reclaman que en las escuelas se enseñe a los niños clases sobre seguridad online, pues muchos se sienten desprotegidos cuando sus hijos se ponen delante de las tabletas, teléfonos inteligentes o el ordenador.

 Muchos menores intercambian datos en la red con personas desconocidas y es nuestra labor estar al tanto de las actividades de nuestros hijos  en internet y monitorear sus pasos por la web. Podemos mirar el historial de su navegación en la red, tener a nuestros hijos más mayores como "amigos" en Facebook o Tuenti y establecer horarios para el uso del ordenador cuando los padres estemos en casa.

Para empezar, sería necesario controlar y limitar el uso de estos aparatos tecnológicos. Ya no sólo la televisión los "mantiene entrenenidos" sino las tabletas, computadoras y los teléfonos inteligentes, han pasado a formar parte del ocio de nuestros hijos. Como hemos comentado en alguna ocasión, estos aparatos también son una magnífica forma de desarrollar sus habilidades, pero por otro lado, la excesiva exposición a estos medios está relacionado con la obesidad, trastornos de conducta, la falta de sueño o agresividad.

Internet es una red de alcance mundial y debemos vigilar los pasos que nuestros hijos dan y con quién se relacionan. Es bueno establecer unos límites y tener la computadora en un lugar de la casa donde esté a la vista de todo el mundo. Es un error colocar un ordenador en la habitación de nuestros hijos pequeños, porque pueden meterse en problemas sin que nosotros nos demos cuenta.

No está de más que hablemos con nuestros hijos y les eduquemos para que sean unos buenos "ciudadanos tecnológicos". Enseñarles las consecuencias que puede traer el acoso por la red, enseñarles los peligros de dar sus datos personales o íntimos y hablar con ellos para que nos avisen enseguida si se encuentran en una situación de acoso o ciberataque, para apartarlos de las redes sociales y actuar enseguida.

A los menores de 2 años, hay que limitarles la exposición a las pantallas a 2 horas diarias. Para ellos es mucho más necesaria la interacción humana, los juguetes con los que puedan desarrollar su creatividad y sus habilidades motoras.

Es cierto que en las escuelas se debería hablar de todo esto con nuestros hijos, pero los padres somos los principales responsables de que nuestros hijos utilicen los medios de forma mesurada y con responsabilidad.


A veces debemos decir NO

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Tanto en situaciones de la vida cotidiana, como en el trato con nuestros hijos, a muchos padres se nos hace difícil decir NO a nuestros hijos, primero porque ceder es la forma más fácil de evitar los conflictos y segundo porque pensamos en que ellos van a sufrir si les negamos lo que nos piden.

Los padres debemos reflexionar sobre la importancia de mantener una disciplina y establecer límites, pues con ello les enseñamos a dominarse y mantener un autocontrol en su propia vida.

A veces los niños tienen un encanto irresistible y nos es muy fácil sucumbir a sus peticiones. Muchas veces, los padres estamos cansados, no tenemos tiempo o ganas para enfrentarnos a nuestros hijos y muchos terminamos cediendo a sus peticiones.

Cuando le decimos NO a nuestros hijos, debemos hacerlo de forma racional, ser coherentes con nuestra decisión y siempre respetuosos. También tenemos que adaptarnos a la edad del niño cuando hablemos con ellos, para que entiendan la decisión.

Los niños y jóvenes se sienten seguros cuando a los padres se nos ve seguros al colocar esos límites. Ellos sientes que los padres estamos ahí para protegerlos, aunque en el momento no entiendan el porqué de la decisión. Esto ayuda a nuestros hijos a formar su personalidad. La familia es clave en la personalidad de los hijos, por lo tanto, si les brindamos un clima de seguridad y comunicación, ellos se sentirán mucho más respaldados y seguros.

Si le decimos un NO a un niño o adolescente y posteriormente le cambiamos al SÍ, estamos propiciando que nuestros hijos no aprendan a tolerar las frustraciones y en el futuro, les costará solucionar los problemas que la vida les pueda plantear.

No es necesario ser tajante, se pueden ofrecer alternativas, pero hay que recordar que un NO bien dicho, puede abrir las puertas a muchos "SI" en el futuro.